jueves, 1 de septiembre de 2016

Siempre me acostado aprender.

Desde que soy camilo y tengo uso de memoria, mi aprendizaje fue muy lento, no me preocupaba por aprender, no tenía ganas de aprender, iba al colegio simplemente a estar sentado en una silla, mirar como ocurrían las cosas y sobrevivir a mi notable desventaja, mi niño es inherente al llanto, era lo que me identificaba hacia  los demás, él porque de esto ya no importa, pero queda hoy ausencia de regulación. No soy un adulto, no soy adolescente, no soy un niño no soy ninguno por separado, soy todos juntos a la vez, mis emociones de vez en cuando me invaden y me desquician de la realidad, me pongo torpe, necio y dejo de mirar-me; mí justicia me encarcela me aísla e distancia del contacto contigo-conmigo, coloco una barrera de injusticia que me da identidad, me pongo unos guantes que me imposibilitan contemplar-me; mis momentos de gloria se reflejan pírricamente en lo que no soy pero estoy siendo como una optimista historia. 

Estoy agotado de rumiar, me enfado con esta optimista historia, no quiero ser optimista, me adapto con tanta facilidad que no soy más que una optimista historia, he dejado la nobleza de ser, he dejado de ver nobleza… Sigo rumiando y este ruido dice que las experiencias son más allá de lo que somos, las experiencias están llenas de interacción, de un lenguaje silencioso y expectante, expectante al momento en el que saltas y no sabes si llegaste al cenit. Sin dudas me faltan palabras porque lo que siento es inefable, no se razona, y aunque es muy fácil de juzgarlo no deja de ser opulento.

Hoy no veo donde piso, pero quiero mirar, no confío tanto en la vida para dejarme caer, aunque la tendencia es despreocuparme y ser torpe, quiero vivir como un séneca del corazón.

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